miércoles, 19 de julio de 2017

Polvo y buitres. Eva Sánchez Palomo.

El sol cae a plomo sobre la plaza desierta. Todo está parado, como en una fotografía, salvo por las sombras de los buitres que juegan a perseguirse sobre los adoquines. El niño mira a las aves, muy arriba, con ese planear cansado y siniestro. Siempre le han asustado los buitres. A veces ha pasado con sus amigos a pocos metros de donde un pequeño grupo devoraba los despojos de algún animal y ha acelerado la marcha, no le gusta pararse a mirarlos y al final lanzarles piedras, como hacen sus amigos.
¿Dónde estarán sus amigos? Seguro que en sus casas, sus padres nos les habrán dejado salir, con esta solana. Estarán a la sombra, mirando la tele o leyendo sus tebeos. Ojalá él pudiera estar ahora a la sombra mirando la tele, pero está sin tele, ni tebeos, y su madre ha salido muy temprano y no volverá hasta el anochecer, y su padre... no sabe quién es su padre ni por qué no está con ellos. Ojalá sus padres no le dejaran salir a la hora de la siesta.
Bota furiosamente la pelota raída contra el suelo, el polvo caliente de la plaza le mancha las zapatillas rotas. Polvo por todas partes, sobre la plaza, sobre sus zapatillas, sobre la encimera de la cocina, sobre la tele inútil, sobre la foto de los abuelos. Polvo que pesa y da ganas de llorar.
“¡Qué asco!”, grita y comienza golpear el balón contra la pared, detrás del banco. Golpea furiosamente, contra el balón, contra sus amigos que no aparecen, contra los buitres que comen carroña, contra el polvo que pesa, contra el padre que no sabe quién es. Los balonazos resuenan estrepitosamente en la pared del edificio. Un señor asoma la cabeza desde el segundo piso y le grita que se vaya, que está prohibido jugar a la pelota en la plaza. El niño se ha sobresaltado ante las voces del vecino, recoge colérico la pelota y, antes de marcharse, sacude la última patada, que golpea ferozmente contra la placa que anuncia el nombre de la plaza y le arranca los tornillos. La placa cae sobre los adoquines resonando con alboroto metálico en la quietud de la tarde. El nombre, “Plaza de la Alegría”, queda boca arriba, encarando insolente el calor de la tarde. 

6 comentarios:

  1. me a gustado todo en verdad porque es muy chula la historia y a la vez sencilla no puedo decir cual es mi parte favorita porque es toda la historia t.a.m

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  2. Me a gustado es interesante y entretenido. No se muy bien mi parte favorita pero me parece buena, un saludo. Guadalupe Sabina G.F

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  3. Es un cuento q es bueno pero no entiendo y para ser un microcuento esta bien sergioam

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  4. Es un cuento un poco inquietante. El niño piensa en como es su vida, no sabe quien es su padre, casi no ve a su madre y no está con sus amigos. Lara V. J.

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  5. Es un cuento un poco perturbador, pero a la vez, entretenido.
    Si nos ponemos a pensar, habla de la soledad de las personas, en este caso, del niño.
    A veces, nos podemos sentir así. Alberto Cortijo

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  6. Gracias, Alberto. Buen comentario.
    Saludos.
    Eva.

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